CORPauREA
Durante gran parte de la historia de la fotografía, ésta  se basó en la huella que dejan los haces de luz al golpear una superficie fotosensible y en los procesos químicos desarrollados para fijar esa huella como imagen. Ese concepto de huella influyó para que la fotografía fuera cargada del valor de evidencia, ya sea de un acontecimiento o simplemente de la existencia de algo.
La tecnología digital para captura de imágenes llegó en la década de los 80 del siglo XX para tomarse tanto el mundo de la fotografía profesional como el de la fotografía amateur con cámaras y otros aparatos de la vida cotidiana como los teléfonos móviles que generan un tipo de “tecno-imágenes” (V. Flusser).
Pero esta “tecno-imagen” dejó de ser huella, ya no es el rastro que dejó la luz en una superficie, ahora la imagen que vemos tras la toma fotográfica es el resultado de la interpretación de millones de datos binarios que surgieron de impulsos eléctricos, y que para ser una imagen tuvieron que ser reorganizados en una matriz de millones de puntos. La imagen que vimos en el visor y creímos capturar en realidad fue atomizada, interpretada y reorganizada.
Este proceso inspira la estrategia con la cual se trabajó la serie Corpaurea; la realidad se divide en minúsculas partículas para después ser reorganizada en base a una matriz cuadrada de 21 por 21 diseñada para cada obra.
Otra irrupción tecnológica revolucionaria en el área de la fotografía tiene que ver con la forma en la que compartimos imágenes, lo hacemos en línea y sobre todo en las redes “sociales”.
En las redes los algoritmos “educan” y moldean la actitud que debemos tener hacia el cuerpo humano, pues las imágenes que incluyen ciertos detalles del cuerpo disparan alarmas que activan la censura y que indiscriminadamente eliminan de la mirada pública estas imágenes.
Estos detalles componen cada obra de Corpaurea, son 441 fotos de un cuerpo que posa. Fotógrafo y fotografiado exploran su cuerpo en búsqueda de los detalles de identidad superficial, detalles que le hacen único a ese cuerpo, por ejemplo: pecas, hoyuelos, lunares, cicatrices, arrugas, verrugas, tatuajes, piercings, manchas, granos, vellos, pelos, canas y muchos detalles más.
En cada imagen el fotografiado se enfrenta finalmente a la experiencia de reconocerse en el otro cuerpo geométrico y a la sorpresa de mirar partes de su cuerpo que nunca vería desde ese ángulo o que simplemente no conocía.
El cuerpo humano se vuelve un pretexto para hablar de fotografía digital, de la identidad, del paso del tiempo y de la geometría.